La onomástica es una disciplina apasionante, que estudia los nombres de las personas. Hay cientos de ellos aplicables tanto a hombres como a mujeres. Se trata de una disciplina cambiante y sometida a modas, sobre todo en los tiempos más recientes. En buena medida, también es parte del patrimonio de un lugar y una época.

Consciente de ello, Isabel Marín, una auxiliar de farmacia que atiende con su madre el botiquín de la aldea de Charilla ha explorado este curioso mundo. Ella vive en la pedanía de Santa Ana y, desde hace unos años, se desplaza, varios días a la semana, hasta la charillera. Del trato con sus vecinos, sobre todo con los mayores, que son quienes requieren principalmente los fármacos, surgió la idea de estudiar sus nombres.
Así, ha descubierto que, como en muchos otros lugares del mundo rural, predominan formas convencionales de llamarse, como Antonio, José o Francisco. Sin embargo, constata la presencia de nombres poco frecuentes. Con ellos, ha elaborado una relación en la que figuran, por ejemplo, Maximiano, Zacarías, Salud, Doroteo, Heliodoro o Gertrudis. En ciertas ocasiones, lo que sucede es que resulta extraño el uso del femenino de los nombres, que da lugar en Charilla a oír Damiana, Lorenza, Gregoria, Bernabela o Teodora. 

 

Sin embargo, lo que cautiva a Marín fue la presencia de tres nombres de mujer muy extraños. Por un lado, Práxedes —el nombre  de una santa romana que suele sonar a la mayoría de los estudiantes porque era el del político Sagasta—. En segundo lugar, sorprende a cualquier que en Charilla reside una vecina que se llama  Nicomedes, un nombre muy poco habitual que suele darse entre hombres. De hecho, en el casco urbano alcalaíno hay al menos un varón que se llama así.
El más enigmático de todos los nombres charilleros es Extremedad. Lo lleva una veterana mujer que actualmente pasa una temporada en Cataluña. “Aunque lo he buscado en internet no aparece por ningún lado. Lo más parecido es extremidad y no se trata de un nombre”, dice Isabel Marín. Lo más peculiar, además, es que este nombre, al parecer heredado de un familiar, fuera permitido en una época en la que la Iglesia era exigente a la hora de tolerar nombres con los que bautizar a los bebés. Fruto de sus averiguaciones, después de preguntar a los habitantes de Charilla, la auxiliar de farmacia indica que, en la práctica totalidad de las ocasiones, los nombres derivan de conexiones familiares o, merced a la costumbres de antaño, de la decisión de los padrinos. En definitiva, el nombre que se escogía antes de ir a la pila bautismal acompaña a la persona que lo lleva, usado completo o mediante diminutivos o apócopes, y, en cierta medida, la marca para el resto de su existencia. En su trabajo de indagación, la vecina santanera se ha interesado por el significado de los nombres extraños que ha encontrado y por la vida de los santos que dieron lugar a ellos. Obviamente, en el caso de Extremedad no ha hallado nada parecido.
Por otro lado, se ha preocupado por recopilar datos sobre los monumentos —entre ellos la iglesia de la Virgen del Rosario y la atalaya—, los lugares singulares y la descripción de Charilla, en cuyo entorno se produjo una batalla entre castellanos y nazaríes, con victoria de los primeros, que dio pie a la tradición para asegurar que San Sebastián había peleado junto con los cristianos.

 

Fuente:http://www.diariojaen.es/alcala-la-real/item/74721-la-aldea-de-los-nombres-raros